lunes, 10 de octubre de 2016

Ramallo sueña con un centro de alto rendimiento para niños

Viste un buzo oscuro, se encuentra en medio de la cancha e imparte constantemente instrucciones a los jugadores de la sub 17 de su escuela de fútbol “Pelota de Trapo” que realizan una práctica. Se trata del “Goleador de América”, William Ramallo, el delantero que anotó el tanto de la clasificación para el Mundial de Estados Unidos ante Ecuador, el 19 de septiembre de 1993.

"Izquierda, derecha. Pedí el balón. Salí, tocá", son las instrucciones que repite constantemente a los jugadores que entrenan en la mitad de la cancha. Observa el cronómetro que lleva colgado en el cuello y les pide a sus dirigidos que continúen con la práctica, mientras abandona el campo de juego.

“Un balón en el medio es una bola perdida”, es la última recomendación que hace Ramallo antes de salir del gramado.

Mide 1.76 metros de altura, es delgado y en su rostro, un tanto adusto, se dibuja un sonrisa al recibirnos al borde del campo de juego, donde permanece la mayor parte del día supervisando el trabajo de los jugadores de las diferentes categorías, niños desde cinco años hasta adolescentes de 19 que juegan en Primera B, antesala del fútbol profesional.

El sueño de Ramallo es implementar, con apoyo del Gobierno Nacional, un centro de alto rendimiento en el que se puedan formar los futbolistas que vayan a nutrir a los equipos de la Liga y, a mediano plazo, a la Selección Nacional.

Explica que el equipo Vitória de Brasil, en Salvador de Bahía, mantiene una escuela llamada Fábrica de Talentos, de donde, por ejemplo, salió Bebeto.

Esta escuela -explica el Goleador de América- selecciona a 300 jugadores de todo Brasil, entre 14 y 18 años, y trabaja con ellos en su formación integral. Muchos de ellos son exportados al fútbol europeo y a otros países del mundo.

Ramallo viajará a Brasil en los próximos días para trabajar en esta fábrica de talentos y adquirir más experiencia en la dirección técnica.

Lamenta que en el país no se haya replicado esta experiencia, “pese a que propuse este proyecto al presidente Evo Morales”.

Ramallo afirma que planteó incluso convertir la infraestructura que se construye para los Juegos Odesur en un centro de alto rendimiento para la formación de futbolistas de élite, y que el Gobierno se haga cargo de sus estudios, alimentación, vestimenta y entrenamiento, pero hasta la fecha no recibe respuesta.

Otra alternativa que él sugiere es que este centro de alto rendimiento se puede implementar en el lugar donde funciona su escuela “Pelota de Trapo”, en la zona de Chiquicollo (Linde), con la construcción de una cancha sintética de fútbol.

La escuela que dirige en este sector, al oeste de la ciudad de Cochabamba, alberga a unos 300 niños y adolescentes que entrenan en diferentes categorías.

SU PASIÓN, EL FÚTBOL

Ramallo sigue vinculado con el fútbol, ahora en su faceta de director técnico y como coordinador de la escuela “Pelota de Trapo”, que fundó, con el apoyo de su familia el 21 de septiembre de 1993, hace 23 años.

El futbolista puntualiza que en los últimos años la escuela que dirige aportó con futbolistas a los equipos de la Liga, tal es el caso de su hijo Rodrigo, quien juega actualmente en Brasil, David Checa de The Strongest y Francisco Rodríguez que militó en el club Bolívar de La Paz.

La escuela de fútbol que dirige Ramallo es parte de la Fundación “La Casa de los Niños”, cuyo presidente es Arístide Gazzotti, una comunidad de 46 viviendas que son ocupadas por familias pobres y que cuenta con una escuela primaria.

Los niños de la comunidad que desean ser parte de la escuela de fútbol pueden entrenar en forma gratuita.

“Pelota de Trapo” es un emprendimiento familiar en el que trabajan Ramallo, en la coordinación general, sus hijos, su madre y sus hermanos.

Su hija Pamela está a cargo del gabinete de fisioterapia y se ocupa de la rehabilitación de los niños y adolescentes que forman parte de la escuela de fútbol. Su madre colabora en el control de carnets de los jugadores.

Una de sus mayores preocupaciones, por el momento, es reunir dinero para arreglar la cancha principal de la escuela porque ha quedado bastante dañada por el uso y falta de agua para regarla.

Para colocar tepe nuevo en todo el campo de fútbol e instalar un sistema de riego, Ramallo señala que requiere de al menos 10 mil dólares.

El 50 por ciento de ese dinero será invertido por su hijo Rodrigo que juega en Brasil y la otra parte por su persona, porque es un compromiso de su familia.

Ramallo afirma que para consolidar este proyecto, la escuela de fútbol, y para su carrera, primero como jugador y ahora como técnico, el apoyo de su familia es fundamental.

El futbolista recuerda que durante las eliminatorias de 1993 y en el transcurso del mundial estuvo lejos de su familia. Varios de los seleccionados se privaron de estar al lado de sus esposas e hijos, en algunos casos niños que recién habían nacido.

“Es sacrificado ser futbolista durante las 24 horas del día, pero en 1993 había el compromiso de todos nosotros de dignificar nuestra profesión”.

LE ABRE

PUERTAS

Su participación en las Eliminatorias de 1993 y el Mundial de Estados Unidos le abrió muchas puertas en el fútbol al “Goleador de América”. Ramallo tuvo la oportunidad de jugar en Brasil y Japón, pero al final no prosperó “porque antes el pase de los futbolistas les pertenecía a los dirigentes”.

Ramallo señala que gracias a la imagen que adquirieron con la Selección Nacional, en su caso como goleador del Mundial de 1994, las instituciones públicas y privadas le ayudan cuando la fundación “La Casa de los Niños” solicita apoyo, por ejemplo, si necesitan material de construcción o realizar algún trámite en los diferentes municipios.

Ramallo adelanta que seguirá trabajando para fortalecer su escuela, pero también busca un espacio como técnico de un equipo liguero.

Para el próximo año, afirma, tiene negociaciones adelantadas con dirigentes para dirigir un equipo profesional y espera que se concrete en las próximas semanas.

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